domingo, 25 de mayo de 2014

Tic, Tac, Tic, Tac...









             Hojas del tiempo
             No caen desde entonces
            Perennes mueren






MAL WALDRON
 Warm Canto 






Mal Waldron (piano)
Eric Dolphy (alto sax, clarinet)
 Booker Ervin (tenor sax)
 Ron Carter (cello)
 Joe Benjamin (bass)
 Charles Persip (drums)






lunes, 19 de mayo de 2014

Tu más Profunda Piel



Cada memoria enamorada guarda sus magdalenas y la mía -sábelo, allí donde estés- es el perfume del tabaco rubio que me devuelve a tu espigada noche, a la ráfaga de tu más profunda piel. No el tabaco que se aspira, el humo que tapiza las gargantas, sino esa vaga equívoca fragancia que deja la pipa, en los dedos y que en algún momento, en algún gesto inadvertido, asciende con su látigo de delicia para encabritar tu recuerdo, la sombra de tu espalda contra el blanco velamen de las sábanas.
No me mires desde la ausencia con esa gravedad un poco infantil que hacia de tu rostro una máscara de joven faraón nubio. Creo que siempre estuvo entendido que sólo nos daríamos el placer y las fiestas livianas del alcohol y las calles vacías de la medianoche. De ti tengo más que eso, pero en el recuerdo me vuelves desnuda y volcada, nuestro planeta más preciso fue esa cama donde lentas, imperiosas geografías iban naciendo de nuestros viajes, de tanto desembarco amable o resistido de embajadas con cestos de frutas o agazapados flecheros, y cada pozo, cada río, cada colina y cada llano los hallamos en noches extenuantes, entre oscuros parlamentos de aliados o enemigos. ¡Oh viajera de ti misma, máquina de olvido! Y entonces me paso la mano por la cara con un gesto distraído y el perfume del tabaco en mis dedos te trae otra vez para arrancarme a este presente acostumbrado, te proyecta antílope en la pantalla de ese lecho donde vivimos las interminables rutas de un efímero encuentro.
Yo aprendía contigo lenguajes paralelos: el de esa geometría de tu cuerpo que me llenaba la boca y las manos de teoremas temblorosos, el de tu hablar diferente, tu lengua insular que tantas veces me confundía. Con el perfume del tabaco vuelve ahora un recuerdo preciso que lo abarca todo en un instante que es como un vórtice, sé que dijiste " Me da pena, y yo no comprendí porque nada creía que pudiera apenarte en esa maraña de caricias que nos volvía ovillo blanco y negro, lenta danza en que el uno pesaba sobre el otro para luego dejarse invadir por la presión liviana de unos muslos, de unos brazos, rotando blandamente y desligándose hasta otra vez ovillarse y repetir las caída desde lo alto o lo hondo, jinete o potro arquero o gacela, hipogrifos afrontados, delfines en mitad del salto. Entonces aprendí que la pena en tu boca era otro nombre del pudor y la vergüenza, y que no te decidías a mi nueva sed que ya tanto habías saciado, que me rechazabas suplicando con esa manera de esconder los ojos, de apoyar el mentón en la garganta para no dejarme en la boca más que el negro nido de tu pelo.
Dijiste "Me da pena, sabes", y volcada de espaldas me miraste con ojos y senos, con labios que trazaban una flor de lentos pétalos. Tuve que doblarte los brazos, murmurar un último deseo con el correr de las manos por las más dulces colinas, sintiendo como poco a poco cedías y te echabas de lado hasta rendir el sedoso muro de tu espalda donde un menudo omóplato tenía algo de ala de ángel mancillado. Te daba pena, y de esa pena iba a nacer el perfume que ahora me devuelve a tu vergüenza antes de que otro acorde, el último, nos alzara en una misma estremecida réplica. Sé que cerré los ojos, que lamí la sal de tu piel, que descendí volcándote hasta sentir tus riñones como el estrechamiento de la jarra donde se apoyan las manos con el ritmo de la ofrenda; en algún momento llegué a perderme en el pasaje hurtado y prieto que se llegaba al goce de mis labios mientras desde tan allá, desde tu país de arriba y lejos, murmuraba tu pena una última defensa abandonada.
Con el perfume del tabaco rubio en los dedos asciende otra vez el balbuceo, el temblor de ese oscuro encuentro, sé que una boca buscó la oculta boca estremecida, el labio único ciñéndose a su miedo, el ardiente contorno rosa y bronce que te libraba a mi más extremo viaje. Y como ocurre siempre, no sentí en ese delirio lo que ahora me trae el recuerdo desde un vago aroma de tabaco, pero esa musgosa fragancia, esa canela de sombra hizo su camino secreto a partir del olvido necesario e instantáneo, indecible juego de la carne oculta a la conciencia lo que mueve las más densas, implacables máquinas del fuego. No eras sabor ni olor, tu más escondido país se daba como imagen y contacto, y sólo hoy unos dedos casualmente manchados de tabaco me devuelven el instante en que me enderecé sobre ti para lentamente reclamar las llaves de pasaje, forzar el dulce trecho donde tu pena tejía las últimas defensas ahora que con la boca hundida en la almohada sollozabas una súplica de oscura aquiescencia, de derramado pelo. Más tarde comprendiste y no hubo pena, me cediste la ciudad de tu más profunda piel desde tanto horizonte diferente, después de fabulosas máquinas de sitio y parlamentos y batallas.
En esta vaga vainilla de tabaco que hoy me mancha los dedos se despierta la noche en que tuviste tu primera, tu última pena. Cierro los ojos y aspiro en el pasado ese perfume de tu carne más secreta, quisiera no abrirlos a este ahora donde leo y fumo y todavía creo estar viviendo.

Julio Cortázar



Luis Eduardo Aute 
Dentro

A veces recuerdo tu imagen
desnuda en la noche vacía
tu cuerpo sin peso se abre
y abrazo mi propia mentira

Así me reanuda la sangre
                                          tensando la carne dormida
                                         mis dedos aprietan, amantes
                                        un hondo compás de caricias

                                        Dentro
                                    me quemo por ti
                                    me vierto sin ti
                                   y nace un muerto

                                              



Mi mano ahuyentó soledades
tomando tu forma precisa
la piel que te hice en el aire
recibe un temblor de semilla

Un quieto cansancio me esparce
tu imagen se borra enseguida
me llena una ausencia de hambre
y un dulce calor de saliva

Dentro
me quemo por ti
me vierto sin ti
y nace un muerto


domingo, 11 de mayo de 2014

A Margalida

JOAN ISAAC


A Margalida está inspirada en la ejecución en 1974, en la cárcel Modelo de Barcelona, del joven anarquista catalán Salvador Puig Antich. La canción trata el tema personalizándolo no en el protagonista de la historia, sino en su compañera sentimental. Fue compuesta en 1976 y publicada por primera vez en 1977. Por su belleza y sensibilidad se ha convertido en una canción popular que forma parte de la memoria colectiva en Cataluña, llegando a representar todo un himno contra la pena de muerte.




Vas marxar no sé on.
Ni els cims ni les aus
no et saben les passes.
Vas volar sens dir res
deixant-nos només
el cant del teu riure.

No sé on ets, Margalida,
però el cant, si t'arriba,
pren-lo com un bes.
Crida el nom
del teu amant,
bandera negra al cor.

I potser no sabràs
que el seu cos sovint
ens creix a les venes
en llegir el seu gest
escrit per parets
que ploren la història.

No sé on ets, Margalida,
però el cant, si t'arriba,
pren-lo com un bes.
Crida el nom
del teu amant,
bandera negra al cor.

I que amb aquesta cançó
reneixi el seu crit
per camps, mars i boscos,
i que sigui el seu nom
com l'ombra fidel
que és nostra tothora.

No sé on ets, Margalida,
però el cant, si t'arriba,
pren-lo com un bes.
Crida el nom
del teu amant,
bandera negra al cor.

*

Te fuiste no sé dónde.
Ni las cumbres ni las aves
te saben los pasos.
Volaste sin decir nada
dejándonos solo
el canto de tu risa.

No sé dónde estás Margalida,
mas si el canto te llega,
tómalo como un beso.
Grita el nombre
de tu amante,
bandera negra en el corazón.

Y tal vez no sabrás
que su cuerpo menudo
nos crece en las venas
al leer su gesto
escrito por paredes
que lloran la historia.

No sé dónde estás Margalida,
mas si el canto te llega,
tómalo como un beso.
Grita el nombre
de tu amante,
bandera negra en el corazón.

Y con esta canción
renazca su grito
por campos, mares y bosques,
y que sea su nombre
como la sombra fiel
que es nuestra a todas horas.

No sé dónde estás, Margalida,
mas si el canto te llega,
tómalo como un beso.
Grita el nombre
de tu amante,
bandera negra en el corazón.

*


Viure Joan Isaac (1977)

1.Viure (Joan Isaac - Jep Nuix - Rafel Escoté)
2.Un dia partiré (Joan Isaac)
3.Tres reflexions i una súplica (Joan Isaac)
4.Els poetes (Louis Aragon - Jean Ferrat)
5.El desencant (Joan Isaac)
6.A Margalida (Joan Isaac)
7.De tu he aprés (Joan Isaac)
8.Per això canto cançons (Joan Isaac)
9.Història d'un diari (Joan Isaac)
10.Records d'un vençut (Joan Isaac)







viernes, 2 de mayo de 2014

Misteriosamente feliz












La escucho y cae la lluvia,
y pienso en aquel perro solitario
que iba detrás del ataúd de Mozart.
Le sigo en los compases de este piano
y en los caminos que dibuja el agua
al irse deslizando en los cristales.
Voy, misteriosamente feliz, siguiendo a un perro
hecho a la vez de música y de lluvia.

Joan Margarit