viernes, 4 de diciembre de 2015

16 de septiembre de 1961




Qué terriblemente triste me siento al pensar que mi madre
dormida en su cama
algún día morirá

aunque ella se diga: “la muerte no debe preocuparnos,
después de esta vida empezamos otra”





Qué terriblemente triste me siento de todos modos
Que no tenga vino que me haga olvidar mi diente cariado es
bastante malo
pero que todo mi cuerpo esté pudriéndose y el cuerpo de mi
madre se pudra
hacia la muerte, es tan enloquecedoramente triste.

Salí al amanecer puro: pero, por qué debería alegrarme
ante un amanecer
que levanta otro rumor de guerra,
y por qué debería estar triste: ¿no es por lo menos el
aire puro y fresco?
Contemplé las flores: una de ellas ha caído:

otra acaba de abrirse: ni una ni otra estaba
triste o alegre.

Súbitamente comprendí que las cosas van y vienen
incluido cualquier sentimiento de tristeza: también
se irá:
triste hoy, alegre mañana: sobrio hoy borracho mañana
¿por qué inquietarse tanto?

Todos en el mundo tienen defectos,  lo mismo que yo.
¿Por qué deprimirse? Es solo un sentimiento que
viene y va.
Todo viene y va. ¡Qué extraordinario!
!Guerras dañinas existirán siempre!
Formas agradables se van también.
Ya que todo viene y va: ¿por qué estar triste?
¿o alegre?




Enfermo hoy, sano mañana. 
Pero tan triste sigo
siendo el mismo.
Todo viniendo y yendo en todas partes,
los mismos lugares viniendo y yendo.

De cualquier modo todos terminaremos en el cielo,
juntos en esa dorada gloria eterna que he visto.
¡Oh! qué condenadamente triste es que no pueda
escribir bien sobre ello.
Esto es un intento a la fácil ligereza
de la poesía ciardiana.

Debería hacerlo a mi manera.
Pero eso también se irá, las preocupaciones
acerca del estilo. Acerca de la tristeza.

¡Mi gatito ronroneando feliz odia
las puertas!
Y a veces está triste y silencioso,
nariz caliente, sollozos,
y un leve maullido doliente.
Allí van las aves, volando hacia el oeste
por un momento.
¿Quién llegará a conocer el
mundo antes de que se vaya?










I saw a dream last night
bright like a falling star
And the sources of light
seemed so near
yet so far.

I thought I was in flight
out where the planets are
Moving between day and night
Hear am I
there you are.

Follow the dancing girl
vision and embrace
Such an entrancing girl
she moves with such rhythm and grace
Who can she be ?

Follow the dancing girl
go to the quiet place
Here in the weary world
somewhere between time and space
We shall be free.

Each of us is born alone
Well welcome to the twilight zone
You can leave with only what you bring
Things we cannot see appear
Singing songs we cannot hear
An everything is surely everything.

Meanwhile in the ghettos dust and gloom
Bird is blowin in his room
All those notes.
wont take the pain away
And you'll surely come to harm
with that needle all up in your arm
And dope will never turn the night to day.

Just a little further down the line
Baby sister its these streets at night
I say the wind blows chilly,
And the women need new shoes.

So just tell her
tell her what you wanna do
boogie, bop or boogalo ? 

I said tell her what you wanna do
boogie, bop or boogaloo ?

I said tell her, tell her
what you wanna do
Boogie, bop or boogaloo ?




viernes, 6 de noviembre de 2015

Aunque no esté de moda





BRINDIS


Más juntos de lo que supone nadie,
alzamos las dos copas.
En los ojos del otro, cada uno
halla su propia luz.
En un instante, un hombre, una mujer,
pueden equivocarse.
Pero el instante nunca volverá.

Joan Margarit









Hoy de mí hacia ti, hoy de ti hacia mí
quiero hacerte un regalo viejo.
Desempolvemos algo, las pasiones lejanas
algo de aquellos sueños sin ventana.
Vivamos de corrido, sin hacer poesía,
aprendamos palabras de la vida.

Desnudémonos pues como viejos amantes
que lo mismo de siempre nos queda delante.
Desnudémonos pues como viejos amantes
que se apague la luz y que el sol se levante.

Te quiero salvar de tu desnudez
en pleno centro de la soledad.
Me quiero salvar haciendo revolución
desde tu cuerpo de cristal.

Algo nos está pasando, ayer te leí una mano
y cada dibujo al verme me interrogó.
Algo nos está pasando, ayer apreté el interruptor
de encender la luz y encendí el sol.

Hoy de ti hacia mí, hoy de mí hacia ti
vamos a hablar en voz muy baja.
Dime lo que te pasa, déjame levantarte,
déjame darte un beso y curarte.
Vivamos de corrido, sin hacer poesía,
aunque no esté de moda en estos días.

Aunque no esté de moda te pido una mano,
mis entrañas no entienden de estética y cambios.
Aunque no esté de moda repite conmigo:
quiero amor, quiero amor, quiero amor compartido.

Te quiero salvar de tu desnudez
en pleno centro de la soledad.
Me quiero salvar haciendo revolución
desde tu cuerpo, por variar.

Algo nos está pasando, un ruido como de pasos
viene en la oscuridad y se vuelve a ir.
Algo nos está pasando, desde que la gente está empeñada
en quererse amar y en poder vivir.








martes, 20 de octubre de 2015

La guerra





tiene labios azulados,
ojos de soledad, carne de frío,
campos de noche eterna, gesto airado,
inviernos sin otoño y sin estío,


la guerra...
tiene niños asombrados,
manitas de miseria y extravío,
cierzos que cortan vidas y sembrados,
grises atardeceres, sol sombrío,

la guerra...
tiene dientes afilados,
cuchillos de acerado desafío,
boquitas de hambre triste y rostro helado,
inmensa podredumbre hacia el vacío,

la guerra...
tiene el ceño ensangrentado,
harapos y negrura de atavío,
alaridos sin nombre y sin soldado,
desbordadas las venas, turbios ríos.

La guerra...,
sal en la herida abierta de la tierra.









Los muertos son los únicos que ven el final de la guerra.









miércoles, 7 de octubre de 2015

Soneto 116


Permitid que no admita impedimento
ante el enlace de las almas fieles
no es amor el amor que cambia siempre por momentos
o que a distanciarse en la distancia tiende.

El amor es igual que un faro imperturbable,
que ve las tempestades y nunca se estremece.
Es la estrella que guía la nave a la deriva,
de un valor ignorado, aun sabiendo su altura. 

No es juguete del Tiempo, aun si rosados labios
o mejillas alcanza, la guadaña implacable.
Ni se altera con horas o semanas fugaces,
sino que aguanta y dura hasta el último abismo. 

Si es error lo que digo y en mí puede probarse,
decid, que nunca he escrito, ni amó jamás el hombre.






















Te amaré, te amaré como al mundo
Te amaré aunque tenga final

Te amaré, te amaré en lo profundo
Te amaré como tengo que amar

Te amaré, te amaré como pueda
Te amaré aunque no sea la paz

Te amaré, te amaré lo que queda
Te amaré cuando acabe de amar

Te amaré, te amaré si estoy muerto
Te amaré el día siguiente además

Te amaré, te amaré como siento
Te amaré con adiós, con jamás

Te amaré, te amaré junto al viento
Te amaré como único ser

Te amaré hasta el fin de los tiempos
Te amaré y después, te amaré










viernes, 3 de julio de 2015

Las apariencias




La mirada es una vida en suspenso, una continua interrogación invisible que se complace en la superficie de las cosas y quiere ir un poco más allá, más hondo, al otro lado, donde la luz y la oscuridad se entrelazan en su frontera de penumbra, donde el saber se mide por fracciones de segundo y fulgores de adivinación, donde lo que se sabía es desmentido, donde la certidumbre adquiere un matiz de sospecha y lo desconocido se vuelve instantáneamente familiar, dejá vu, asombro puro de un recuerdo imprevisto. La mirada es una vocación y una posible consecuencia de la vida al margen. En alas del deseo, los severos ángeles de Wim Wenders bajan del cielo inhóspito y plano de Berlín y se asoman primero a los acantilados de las torres más altas y a las cornisas de los rascacielos para mirar desde allí las vidas infinitesimales de los hombres, y luego, sin peligro ni vértigo, se arrojan a las calles y a los túneles de las autopistas y a los interiores banales de los apartamentos para mirar desde más cerca y sumergirse en el silencioso caudal donde se confunden las voces secretas de todas las conciencias y las miradas y rostros que sólo entregan su plenitud ensimismada a los espejos. Los ángeles de Wim Wenders tienen la misma mirada que las figuras de los cuadros. Pertenecen, como ellas, a un minuto inmutable de la eternidad, y nos están mirando desde allí, remotos en el tiempo y en una región de la naturaleza tan hermética como la que habitan los peces, pero también están muy cerca, separados de nosotros por una tenue superficie de lienzo o de cristal transparente. La ciudad, el mundo, la casa donde vivimos, es una galería de miradas, igual que esas estancias por donde caminamos mirando las figuras de Velázquez, un bosque de infatigables apariencias y símbolos, y es una vocación solitaria de conocimiento y viaje la que lo impulsa a uno a mirar sin descanso y a vivir atrapado en las miradas de otros, a inventar al que mira sabiendo con desasosiego que tal vez, al mismo tiempo, está siendo inventado por él.

Las alas del deseo no se despliegan sobre nuestros hombros, sino en nuestras pupilas, y nos empujan y alzan hacia esa ventana del quinto piso de un hotel donde el viento, al levantar los visillos, ha revelado un rostro que mira abstraído y atento los colores hirientes con que el último sol de la tarde de invierno mancha los tejados, y nos obligan luego a descender hasta la cristalera de una cafetería donde una mujer sola mira pensativamente una bebida intacta, y nos llevan más tarde, sin transición, sin respiro, a mirar una por una todas las caras que miran la calle desde el interior de un autobús, y también a caminar por esa misma calle y alzar los ojos distraídamente para contemplar durante unos segundos a los desconocidos que nos miran desde el otro lado del cristal, mujeres hermosas, mujeres despeinadas o tristes, hombres que usan sombrero o que se tapan la cara con las manos o que se introducen con paciencia y sigilo un dedo en la nariz.

Miro para saber, pero la mirada miente y las apariencias engañan, tal vez con más eficacia que la imaginación y el recuerdo, con más exactitud, pero sigo mirando porque no conozco otro remedio contra la mentira y también porque si acepto que he de ser engañado prefiero que me engañen los ojos, los sentidos que me alían al mundo, el oído, que me trae el rumor de la ciudad y las voces de los extraños, el olfato, que abre intangibles paraísos en el aire y restablece en la memoria habitaciones y cuerpos y hasta pasajes de libros, el gusto de un vino o de unos labios, el tacto de una seda, de una recóndita nuca, justo en el nacimiento del pelo... Uno cuenta lo que le han contado los sentidos, y hubo un tiempo en que no supo si únicamente miraba y percibía para contar luego y agregar su voz al caudal de las voces y su mirada al extraño ajedrez de las miradas que se cruzan, pero ahora va descubriendo que no es lícito limitarse a mirar y que tampoco es posible elegir la condición helada de testigo a menos que se haya elegido previamente la irrealidad y el infierno o ese cielo ártico y como iluminado por tubos fluorescentes del que huye el ángel de Wim Wenders cuando decide vivir la vida de los hombres, la bella y sucia y necesaria existencia real, la que alienta en una figura o en una casa abandonada de Edward Hopper igual que en la presencia de alguien que bebe a nuestro lado en un bar, la que hace únicos y veraces a los personajes de un libro y también a los seres que respiran el mismo aire que nosotros y a los que podemos desear y tocar.

Durante demasiado tiempo uno creyó que el arte, aunque se alimentara de la vida, era superior a ella, y miró cuadros y frecuentó canciones y libros como un adicto que exige al opio la felicidad y le agradece los sueños de sus ojos cerrados. Vivir era presenciar de lejos las vidas de otros y recluirse en pleno día en la quietud narcótica de una sala de cine y mirar la sombra de uno mismo que proyectaba la lámpara en su habitación y descubrir, cuando caía la noche, sombras iguales en las ventanas de la vecindad. Hizo de la claudicación una especie de heroísmo: algunas veces miró con la expresión turbia y obstinada con que Johnny Guitar solicitaba una mentira. Sólo ahora, tan tarde, uno va sabiendo que hay otra manera de mirar misterios evidentes y ocultos en el juego de las apariencias. Basta de espejos y de sombras, se dice, basta ya de melancolía y de literatura, de canciones escuchadas para sufrir más dulcemente y de libros escritos y leídos para inventarse una vida que no supo tener. Procurará mirar desde ahora las cosas con los ojos tan apasionadamente abiertos como un pintor de la verdad, como Edward Hopper o Velázquez, con la serenidad de Vermeer, con el espanto y la rabia, si es preciso, de Francis Bacon, con la inocencia de un recién llegado, con la temeridad de un espía que se juega la vida en su indagación. Intentará vivir para contarlo.



Antonio Muñoz Molina













jueves, 25 de junio de 2015

Adiós a James Horner

14 de agosto de 1953 - 22 de junio de 2015



Y nada mejor que recordarlo con algunas de sus composiciones para películas.






Por la temática de la película, no he podido resistirme a añadir (aunque me fastidia verle la cara, tenía que ponerla) :

Fotografía de la serie incorporada por Juan Ramón Jiménez a su álbum particular de la guerra, destinado al libro Guerra en España, en la que, ante una fotografía del rostro de Hitler con la boca abierta, en el momento de pronunciar una palabra, anota: "¿Podrá este gorila, cerdo, tiburón, rejir el mundo?" (Juan Ramón era muy suyo para las "jotas" y las "ges")

(Gorilas, cerdos y tiburones no se lo merecen, 
¿qué culpa tendrán ellos de que en la especie humana existan bichos como este?
 Pero por el sentido que le quiso dar y porque eran otros tiempos, se lo perdonamos)







Con lo guapo que era...







Otros... siguen siéndolo.

domingo, 7 de junio de 2015

Lo que sabe de él






Yo he nacido aquí junto a las altas lilas del verano
y los verdes racimos amargos de la aurora.

Yo he nacido entre las rosas que han muerto
y el mustio follaje de los jardines de un sueño.

En las transparentes alamedas que canta el ruiseñor
y abre el rocío con su cuchillo de cristal en la mañana.

Como la hoja que cae sobre un sepulcro
yo he pisado al nacer esta piedra y su luz me ha salpicado.

Como el que nace para la música y talla la madera o la roca
y escucha su voz crujir bajo el cincel y no pregunta.

Yo he nacido duro de corazón y equivocado,
pero vosotros me habéis dado la tierna mano de la primavera.

El que sopla las estaciones y hace reverdecer al árbol muerto
ha mirado esta rama joven que no ardía.

Al consumido en su luz y al que el amor destierra
mis días por igual se han parecido.

Como aquel que al entrar en su casa se encuentra con la mar
y goza y es feliz y se queda con ella para siempre.

Yo he nacido aquí antes de que mi corazón se diera cuenta
y una dulce mujer se acercara a mi sombra como madre.

Desde entonces he sido melancólico y triste
porque he contado los astros y la lluvia y la arena.

De lo ajeno he tenido la bondad de la tierra
y de lo mío la nada en su infinita certeza.

He visto a los hombres mirar hacia el cielo
como buscando la vida que junto a ti se les niega.

Y he padecido con el dolor entre todos
y no he cerrado la puerta al florecido en su odio.

Al que marcado con saliva se esconde de los muchos
lo he elegido más cerca de mi corazón que a los otros.

Y he contemplado a los pájaros
resolver en el vuelo el misterio del aire.

Yo he nacido aquí junto a la piedra de Cluny
donde brota el mirto su tallo en la maleza.

Pero no he sido feliz,
mi memoria se ha cansado de llover y esperarte.

Nada pudo la abundante espiga del dolor contra nosotros,
cuanto más me iba, más tu amor me aprisionaba.

Y así he sido claro bajo el sol y también fuente
donde vienen a beber desde el fondo del mundo las estatuas.

Y un día, un día como hoy resplandeciente y puro
rozado tal vez por el deseo se acercó a la ventana mi figura.

Y al ver todo transido de pétalo aquel cuerpo
salí como siguiéndola y me perdí en su calle.

Yo te he amado pequeño pueblo entre dos ríos
donde supo mi corazón el don de la palabra y las alondras.

Lo que sé de mí

Juan Carlos Mestre











viernes, 29 de mayo de 2015

Distintos





Lo querían matar los iguales 
porque era distinto.
Si veis un pájaro distinto,
tiradlo;
si veis un monte distinto,
caedlo;
si veis un camino distinto,
cortadlo;
si veis una rosa distinta,
deshojadla;
si veis un río distinto,
cegadlo.
si veis a un hombre distinto,
matadlo.

¿Y el sol y la luna
dando en lo distinto?

Altura, olor, largor, frescura, cantar, 
vivir distinto de lo distinto;
lo que seas,
que eres distinto

(monte, camino, rosa, río, pájaro, hombre)

si te descubren los iguales,
huye a mí,
ven a mi ser, mi frente, mi corazón distinto.



Distinto
Juan Ramón Jiménez













sábado, 16 de mayo de 2015

Triste Lucille


Fotografía de David Redfern










Creo que mientras tengamos gente, lugares y cosas, siempre tendremos blues.

B.B.King







jueves, 14 de mayo de 2015

Shakespeare in law






¡VEA USTED NUESTRA AMPLIA INFORMACIÓN GRÁFICA!

¡Trágicas muertes en Verona
provocadas por un inglés!




La ciudad de VERONA se ha visto consternada por una serie de crímenes en los cuales desempeña un nefasto papel un súbdito inglés llamado Shakespeare. Al parecer, este sujeto, sabedor de que las familias de los Montescos y Capuletos estaban reñidas, metió cizaña y animó al señorito Romeo Montesco a ir a una fiesta de los Capuletos, con el fin de que se enamorara de la señorita Julieta, que, como se ve, era bastante mona.


Siempre empujado por el inglés, el señorito Romeo, enamorado de la señorita Julieta, se dedicó con bastante asiduidad a volverla loca de remate, diciéndole cosas bonitas del amor y todo eso cuando ella se asomaba a su balcón a ver la luna, las estrellas y demás cuerpos celestes. Helos aquí, dedicados a la cháchara amorosa, olvidados de que sus familias estaban reñidas y de que la nocturnidad es una agravante de aúpa.

Pero el inglés no tenía bastante con esto; con malas artes consiguió convencer al señorito Romeo para que matara a don Teobaldo por cuestión de fas o de nefas. Y don Teobaldo era un Capuleto como el que más. Romeo, dominado por el llamado Shakespeare, no vaciló y, aprovechando un rato que tenía libre, liquidó a don Teobaldo.

Sigue el inglés en acción, que se las arregla para casar en secreto a los jóvenes señoritos. He aquí a los jóvenes en pleno vértigo de amor, creyéndose que ya está todo arreglado y que ya pueden dedicarse toda su vida a decirse que se quieren y que no pueden vivir sin ellos. Y el inglés, en la sombra, frotándose las manos de gusto, porque ya está preparando otra jugada: la huída del homicida señorito Romeo a Mantua. 

He aquí al pobre Romeo, recién casado y triste, dirigiéndose con sus cosas a Mantua, donde por cierto hay una peste tremenda. Y ya verán lo que va a pasar por la peste esa, también invento del inglés.

Mientras tanto, el padre de la señorita Julieta, que estaba en Babia, se empeña en casar a esta con el noble Paris, que es un chico bueno, limpio y trabajador. Naturalmente, Julieta pasa unos apuros espantosos, ya que no se atreve a decirle a su papá que ella ya está casada por su cuenta, y precisamente con un enemigo tan mortal como es para ellos Romeo.

Los sudores de Julieta cuando ya la cosa no tiene remedio son bárbaros. Consulta con su confesor, y este le suministra una pócima con la cual parecerá que está muerta, pero no, y así no podrán obligarla a casarse con Paris. Luego, el confensor avisará a Romeo de lo que sucede.


Pero, ¡sí, sí! El que lleva el aviso tropieza con la peste, y Romeo, que no puede vivir sin Julieta, vuelve a Verona a verla. Y se entera de que está muerta y enterrada. Corre el sepulcro, la desentierra, la besa, le dice unas ternezas maravillosas y mata a Paris, que pasaba por allí. Y, siempre aconsejado por el inglés, va y decide matarse a sí mismo. Y se mata.

El llamado Shakespeare espera tranquilo: sabe que Julieta tiene que despertar. Y Julieta despierta. Y ve todo lleno de muertos a su alrededor. Unos, ya desde hace tiempo; otros, recién hechitos cadáveres. Y la desgraciada -¡qué iba a hacer ante la hecatombe!- va y se mata, poniéndose perdida de sangre.

El inglés respira satisfecho. Pero poco; la policía le sigue los pasos. Apenas celebrado el entierro de los dos amantes y de los demás muertos que hay por allí, la justicia conseguirá prender al instigador de esta cadena de luctuosos sucesos. Esperamos que la ley sea dura con él.

AZCONA
Nº 777, 7-10-1956
"La Codorniz"


Coedición de Pepitas de calabaza ed. & Fulgencio Pimentel

domingo, 3 de mayo de 2015

Un adiós para Maya Plisétskaya


Conoció el destino trágico de millones de soviéticos. Su padre, ingeniero, fue fusilado bajo el régimen de Stalin en 1938 y su madre, actriz de cine, fue enviada a un campo en Kazajastán como "miembro de la familia de un traidor a la patria".
Hija de "un enemigo del pueblo", fue acogida por su tía, bailarina, y su tío, profesor de danza. Le encantaba la danza española, "tan diferente de lo que nos rodeaba", escribió en sus memorias.
Un amor que le retribuyó España, concediéndole la nacionalidad española en 1993, y en 2005, el premio Príncipe de Asturias de las Artes. El jurado entendió que Plisetskaya había "convertido la danza en una forma de poesía en movimiento, al conjugar la exquisita calidad técnica con la sensibilidad artística y humana".















Maya Plisétskaya
 20 de noviembre de 1925 - 2 de mayo de 2015





jueves, 30 de abril de 2015

¿Qué cosa fuera, corazón, qué cosa fuera?









Si no creyera en la locura
De la garganta del sinsonte,
Si no creyera que en el monte
Se esconde el trino y la pavura;

Si no creyera en la balanza,
En la razón del equilibrio;
Si no creyera en el delirio,
Si no creyera en la esperanza;

Si no creyera en lo que agencio,
Si no creyera en mi camino,
Si no creyera en mi sonido,
Si no creyera en mi silencio,

¿Qué cosa fuera,
Qué cosa fuera la maza sin cantera?

Un amasijo hecho de cuerdas y tendones,
Un revoltijo de carne con madera,
Un instrumento sin mejores pretensiones
De lucecitas montadas para escena.

¿Qué cosa fuera, corazón, qué cosa fuera,
Qué cosa fuera la maza sin cantera?

Un testaferro del traidor de los aplausos,
Un servidor de pasado en copa nueva,
Un eternizador de dioses del ocaso,
Júbilo hervido con trapo y lentejuela.

¿Qué cosa fuera, corazón, qué cosa fuera,
Qué cosa fuera la maza sin cantera?

Si no creyera en lo más duro,
Si no creyera en el deseo,
Si no creyera en lo que creo,
Si no creyera en algo puro;

Si no creyera en cada herida,
Si no creyera en la que ronde;
Si no creyera en lo que esconde
Hacerse hermano de la vida;

Si no creyera en quien me escucha,
Si no creyera en lo que duele,
Si no creyera en lo que quede,
Si no creyera en lo que lucha,

¿qué cosa fuera,
Qué cosa fuera la maza sin cantera?

Un amasijo hecho de cuerdas y tendones,
Un revoltijo de carne con madera,
Un instrumento sin mejores pretensiones
De lucecitas montadas para escena.

¿Qué cosa fuera, corazón, qué cosa fuera,
Qué cosa fuera la maza sin cantera?





jueves, 16 de abril de 2015

Sigue cantando

Hoy cumpliría años Gerry Rafferty. Un recuerdo para él.















16 de abril de 1947  -  4 de enero de 2011 



lunes, 13 de abril de 2015

Pasión de afecto







En el amor fatal no brilla el pensamiento.
La mente se coagula cuando la sangre estalla.
Vuelve sombrío el ingenio y sin gracia
la fatuidad fanática del fuego.
Yo creo en un amor clarividente,
una efusión borracha de prudencia,
el fruto que se alcanza, las fuentes del desierto.

El riesgo y la pasión están en el afecto,
en un miedo común al abrazarse.
Dormidos, compartir el mismo sueño.
Despiertos, afilar las diferencias.
Amor que no se abisma ni se engaña,
amor que se resuelve en transparencia.

De "La posesión del miedo" 1996

Leopoldo Alas Mínguez















viernes, 3 de abril de 2015

Hay


Anna Akhmatova
Pavel Lutnitsky (1925)




          en la intimidad un límite sagrado
Que transponer no puede aun la pasión más loca
Siquiera si el amor el corazón desgarra
Y en medio del silencio se funden nuestras bocas.

La amistad nada puede, nada pueden los años
De vuelos elevados, de llameante dicha,
Cuando es el alma libre y no la vence
La dulce languidez del goce y la lascivia.

Pretenden alcanzarlo mentes enajenadas,
Y a quienes lo transponen los colma la tristeza.
¿Comprendes tú ahora por qué mi corazón
No late a ritmo debajo de tu diestra?