viernes, 1 de enero de 2016

En las afueras de la Vía Láctea


Busquemos, elijamos el centro de la vida
entre trillones de galaxias mudas,
una, quizás la más extraviada.
Crucemos por la noche inquebrantable
a través de la lumbre del misterio
hasta llegar sin pausa al hogar encendido.
Allí, en un rincón apartado del orbe,
girando en la hermosura de sí misma,
iluminada por difusos nimbos
de rotundas estrellas transparentes,
se yergue en los jardines siderales,
esta casa común: la Vía Láctea.

Tras el filo avizor de distancias remotas,
cerrados laberintos, espirales de nieblas,
esbozan los perfiles de globulares cúmulos,
astros insolidarios, altivas supernovas
brillando incandescentes como un millón de soles;
los agujeros negros, donde todo se olvida
en su voracidad de fauces pantanosas;
planetas sojuzgados por el frío,
esparsiles silentes con lunas clausuradas,
cárdenos asteroides vagabundos,
hostiles como el odio o la traición;
traslúcidos luceros tan cálidos y jóvenes
con el brillo candeal de su semilla
para poner erguido el aura de los sueños.

Cada solar sistema es una red,
un ámbito fluyente de apariciones súbitas
y desapariciones, creación, destrucción,
en incesante y lento transcurrir.
Al entrar en el nuestro, hay enjambres,
moléculas orgánicas que rodean a Helios
exhalación lumínica de indómitos cometas.
Son heraldos del sol que atraviesan sus lindes
descubriendo a los astros apagados
y a fugitivos cuásares que alumbran
un pujante universo desbordándose.


Plutón, el más distante de los mundos fraternos,
cubierto por su capa de metano glacial,
acompaña a su luna solitaria, Caronte.
Giran planetas turbios, monarcas del silencio,
proscritos por secretas lejanías.
Neptuno, en la luz verde de su cetro invisible,
vigía de las cósmicas honduras,
con Tritón y Nereida como amantes.




Urano, el enigmático, envuelto por su atmósfera
de ponzoñosas densidades frías.
y luego el rey de reyes, Saturno, el coronado
por cuatro aros concéntricos, rodeado de gemas
de todos los relumbres galaxiales.
Su séquito, de quince efebos mitológicos,
le despliegan la música imantada
de sus tenues esferas misteriosas.





Despierta, ciego, Júpiter tonante
en llanuras de hidrógeno y fáusticos relámpagos,
viento derrochador con titanes candentes.
Una esfera vislumbro ardiendo entre sus dunas.
Sus cárdenos volcanes amenazan.
Huracanes de arenas fugitivas
recorren el paisaje pedregoso de: Marte, rojo como la sangre
turbulenta.





El calor de dos lumbres en la distancia hermosa,
detiene la mirada. Son Venus y Mercurio.
Sus fuegos dialogantes nos contemplan.
Una luz acerada de acetileno astral,
atraviesa, nos fija desde dentro
para darnos la fe resplandeciente
de los sueños invictos, la espada luminosa
que hiende los temores más tenaces.




Y de súbito algo nuevo nos estremece.
Brisas, nubes, vergeles de la Tierra
colman nuestros sentidos de reconocimiento.
Frágil planeta azul, inmenso y cálido
que atraviesa los aires, los milenios,
llevando nuestros ojos, durmiendo nuestras almas, 
haciéndonos ceniza, frondosidad de bosques,
latidos o recuerdos de las vidas que fuimos. 



LA VÍA LÁCTEA

JUSTO JORGE PADRÓN














Voy por el mundo de un rayo de luz
 que dispara una hendija que mira hacia el sol.
 El polvo viaja y parece cristal
 o pequeños planetas que saben bailar.
 En mi galaxia sencilla hay un sol
 que es mi uña tocando el hilillo de luz:
 si agito el dedo, el sistema solar
 enloquece, como un remolino del mar.

 ¿En cuál,
 en cuál de esos planetas quedas tú?
 ¿En cuál de esas distancias te amaré?
 ¿En qué pequeño mundo giraré?
 ¿En qué cosmicidad de un lindo juego
 pondremos nuestros hijos a jugar,
 bien lejos de una mano sin amor
 que ponga la galaxia a delirar
 y rompa el universo,
 sin saber que es difícil de armar?

 Voy por el mundo de un rayo de luz
 que dispara una hendija que mira hacia el sol.
 El polvo viaja y parece cristal
 o pequeños planetas que saben bailar.
 En mi galaxia sencilla hay un sol
 que es mi uña tocando el hilillo de luz:
 si agito el dedo, el sistema solar
 enloquece, como un remolino del mar.

 ¿En cuál,
 en cuál de esos planetas hay hermanos,
 hermanos sobre bombas y vestidos,
 hermanos sin jugar al enemigo?
 ¿En qué cosmicidad de un lindo juego
 la hierba está pareja sobre cualquier lugar,
 quemada o sin quemar, mas toda igual?
 ¿En qué mundo hay un pacto universal?
 ¿En cuál de esos planetas se halla el mundo?
 ¿En cuál, en cuál, en cuál?







6 comentarios:

carlos perrotti dijo...

Estás inspiradísima, Marian y lo transmites y lo contagias. Comp para empezar el año o mejor dicho, dar vuelta de órbita o la página.

Qué poeta Padrón, tengo algún libro de él con sus poemas: uno mejor que el otro. De Silvio qué decir; que siempre te hace quedar bien...

marian dijo...

Gracias, Carlos, quedan chulos los planetas así puestos, ¿verdad? Qué belleza la del Universo... la de Padrón, la de Silvio...

Bastantes vueltas (orbitales) habrás dado entre ayer y hoy:)

carlos perrotti dijo...

Y aún doy. Feliz como el nuevo año.

Estoy leyendo el gran poema de Padrón Desde el fondo del vino... vino, poesía, mujer, términos inseparables, más que eso, el mismo.

Juan Nadie dijo...

Simplemente genial el post.
¿Y por qué no conocía yo este poema de Padrón, con lo que me gusta la Astronomía? Te lo robaré.

¿Feliz Año Nuevo? No: ¡Feliz año, de nuevo!

marian dijo...

Gracias, Charlie, ha quedado bien.

Lo tenemos frito (al Año Nuevo:)

marian dijo...

Y tan feliz, Carlos, se nota que sigues en órbita:)