lunes, 25 de abril de 2016

Gris multicolor






Uno tiende a conceptualizarse en blanco y negro, a preguntarse absurdamente si alguien es feliz en su vida como si existiera una respuesta posible, como si a ciertas cosas se les pudiese atribuir un sí o un no. Sin embargo, al ingresar en el terreno del arte y la ficción, se accede de inmediato a una conciencia del contraste, del gris como base de la observación, de lo agridulce como continuidad. Entonces se percibe que hay una extraña belleza en el dolor, que hay algo misteriosamente cómico en la tragedia y, por supuesto, algo aterrador en todo bienestar.

































martes, 12 de abril de 2016

Considerando en frío




Considerando en frío, imparcialmente,
que el hombre es triste, tose y, sin embargo,
se complace en su pecho colorado;
que lo único que hace es componerse
de días;
que es lóbrego mamífero y se peina...

Considerando
que el hombre procede suavemente del trabajo
y repercute jefe, suena subordinado;
que el diagrama del tiempo
es constante diorama en sus medallas
y, a medio abrir, sus ojos estudiaron,
desde lejanos tiempos,
su fórmula famélica de masa...

Comprendiendo sin esfuerzo
que el hombre se queda, a veces, pensando,
como queriendo llorar,
y, sujeto a tenderse como objeto,
se hace buen carpintero, suda, mata
y luego canta, almuerza, se abotona...

Considerando también
que el hombre es en verdad un animal
y, no obstante, al voltear, me da con su tristeza en la cabeza...

Examinando, en fin,
sus encontradas piezas, su retrete,
su desesperación, al terminar su día atroz, borrándolo...

Comprendiendo
que él sabe que le quiero,
que le odio con afecto y me es, en suma, indiferente...

Considerando sus documentos generales
y mirando con lentes aquel certificado
que prueba que nació muy pequeñito...

le hago una seña,
viene,
y le doy un abrazo, emocionado.
¡Qué más da! Emocionado... Emocionado...









Yo he sido un hombre que ha conocido sombras. 
Hombre despierto al pie de sus palabras, 
en espera de ese algún día que viene de puntillas dentro de veinte años, 
que no viene, 
o que puede rodarnos por entre las falanges.

Tu soledad me abriga la garganta
y tu silencio me anda en los bolsillos.
Tu mirada me espanta.

Yo he sido un hombre rural y ciudadano, 
cenizo como los cielos de los noviembres lúgubres y claro como tu risa de voz de pájaro.
Hombre de buenos encuentros y todavía mejores despedidas.
Hombre de tantos episodios como caminos usa el pensamiento.

Tu soledad me abriga la garganta
y tu silencio me anda en los bolsillos.
Tu mirada me espanta.

Yo he sido un hombre deshabitado,
transcurrido, 
alma en pena de costas que muelen sus arenas cuando no quedan cuerpos que abrazar,
cuando el sol ya no muerde porque sigue su fuga y su almanaque.

Tu soledad me abriga la garganta
y tu silencio me anda en los bolsillos.
Tu mirada me espanta.

Yo he sido un hombre que canta su identificación para mañana,
ráfagas de ciclones, polvo de sus zapatos. 
Yo he sido un hombre que no tiene otra cosa que decir que la más vieja búsqueda, 
regreso, compañía, esperanza –esperanza, señores, esperanza– ¡con lo simple que suena la esperanza!

Tu soledad me abriga la garganta
y tu silencio me anda en los bolsillos.
Tu mirada me espanta.

Yo he sido un hombre desarmado por aplaudidas soledades,
por años de vigilia, por caravanas de algodón, 
por miríadas de lunas pasajeras que vinieron, que vienen, que vendrán. 
Yo he sido un hombre como soy todavía,
que viene desde entonces caminando hacia ti, 
apartando las ramas para tocarte las mejillas, 
para besar tus ojos inteligentes, 
esperando por tu profético silencio (mmmmm) por tu profético silencio…

Tu soledad me abriga la garganta
y tu silencio me anda en los bolsillos.
Tu mirada me espanta.




jueves, 7 de abril de 2016

A veces,

cuando en alta noche tranquila, 
sobre las teclas vuela tu mano blanca,
como una mariposa sobre una lila
y al teclado sonoro notas arranca,
cruzando del espacio la negra sombra
filtran por la ventana rayos de luna,
que trazan luces largas sobre la alfombra,
y en alas de las notas a otros lugares,
vuelan mis pensamientos, cruzan los mares,
y en gótico castillo donde en las piedras
musgosas por los siglos, crecen las yedras,
puestos de codos ambos en tu ventana
miramos en las sombras morir el día
y subir de los valles la noche umbría
y soy tu paje rubio, mi castellana,
y cuando en los espacios la noche cierra,
el fuego de tu estancia los muebles dora,
y los dos nos miramos y sonreímos
mientras que el viento afuera suspira y llora!




¡Cómo tendéis las alas, ensueños vanos,
cuando sobre las teclas vuelan sus manos!