Mi mano en la suya provocó inmediatamente un shock para ambos, una unión inacabable e inacabada, una electrocución ininterrumpida, un ansia por abrazarnos, por diluirnos el uno en el otro, una alquimia mágica y extraña, un impudor púdicamente infinito. Sus ojos miraron fijamente los míos y ya no dejarían de hacerlo. Estábamos solos en el mundo.
jueves, 23 de junio de 2016
jueves, 9 de junio de 2016
Indicios de inmortalidad
la tierra y sus visiones cotidianas,
me parecían aureolados por una luz divina,
por la gloria y frescura de algún sueño.
doquiera que me vuelva,
ya de noche o de día,
aquello que yo viera ya no me es dado verlo.
¿Adónde huyó el destello visionario?
¿Dónde, ahora, la gloria y el ensueño?
¡Qué júbilo saber que en nuestras brasas,
hay algo que aún vive,
que la naturaleza aún recuerda
lo que fue tan fugaz!
¡Cantad, cantad, oh pájaros, un canto jubiloso!
¡Que brinquen corderillos
al son de un tamboril!
¡Yendo en vuestro cortejo con solo el pensamiento,
sea con los que canten, sea con los que juegan,
con aquellos que sienten en su pecho
la alegría de mayo!
Pues aunque el esplendor, que tan brillante fuera,

aunque ya nada pueda devolverme el instante
de esplendor en la hierba y de gloria en las flores;
no nos lamentaremos, y más bien
hallamos nuevas fuerzas en lo que aún perdura;
en esa simpatía primigenia
que, habiendo existido, existirá por siempre;
en los parsimoniosos pensamientos que brotan

en la fe que penetra a través de la muerte,
y en los años que forman la mente reflexiva.
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