martes, 12 de abril de 2016

Considerando en frío




Considerando en frío, imparcialmente,
que el hombre es triste, tose y, sin embargo,
se complace en su pecho colorado;
que lo único que hace es componerse
de días;
que es lóbrego mamífero y se peina...

Considerando
que el hombre procede suavemente del trabajo
y repercute jefe, suena subordinado;
que el diagrama del tiempo
es constante diorama en sus medallas
y, a medio abrir, sus ojos estudiaron,
desde lejanos tiempos,
su fórmula famélica de masa...

Comprendiendo sin esfuerzo
que el hombre se queda, a veces, pensando,
como queriendo llorar,
y, sujeto a tenderse como objeto,
se hace buen carpintero, suda, mata
y luego canta, almuerza, se abotona...

Considerando también
que el hombre es en verdad un animal
y, no obstante, al voltear, me da con su tristeza en la cabeza...

Examinando, en fin,
sus encontradas piezas, su retrete,
su desesperación, al terminar su día atroz, borrándolo...

Comprendiendo
que él sabe que le quiero,
que le odio con afecto y me es, en suma, indiferente...

Considerando sus documentos generales
y mirando con lentes aquel certificado
que prueba que nació muy pequeñito...

le hago una seña,
viene,
y le doy un abrazo, emocionado.
¡Qué más da! Emocionado... Emocionado...









Yo he sido un hombre que ha conocido sombras. 
Hombre despierto al pie de sus palabras, 
en espera de ese algún día que viene de puntillas dentro de veinte años, 
que no viene, 
o que puede rodarnos por entre las falanges.

Tu soledad me abriga la garganta
y tu silencio me anda en los bolsillos.
Tu mirada me espanta.

Yo he sido un hombre rural y ciudadano, 
cenizo como los cielos de los noviembres lúgubres y claro como tu risa de voz de pájaro.
Hombre de buenos encuentros y todavía mejores despedidas.
Hombre de tantos episodios como caminos usa el pensamiento.

Tu soledad me abriga la garganta
y tu silencio me anda en los bolsillos.
Tu mirada me espanta.

Yo he sido un hombre deshabitado,
transcurrido, 
alma en pena de costas que muelen sus arenas cuando no quedan cuerpos que abrazar,
cuando el sol ya no muerde porque sigue su fuga y su almanaque.

Tu soledad me abriga la garganta
y tu silencio me anda en los bolsillos.
Tu mirada me espanta.

Yo he sido un hombre que canta su identificación para mañana,
ráfagas de ciclones, polvo de sus zapatos. 
Yo he sido un hombre que no tiene otra cosa que decir que la más vieja búsqueda, 
regreso, compañía, esperanza –esperanza, señores, esperanza– ¡con lo simple que suena la esperanza!

Tu soledad me abriga la garganta
y tu silencio me anda en los bolsillos.
Tu mirada me espanta.

Yo he sido un hombre desarmado por aplaudidas soledades,
por años de vigilia, por caravanas de algodón, 
por miríadas de lunas pasajeras que vinieron, que vienen, que vendrán. 
Yo he sido un hombre como soy todavía,
que viene desde entonces caminando hacia ti, 
apartando las ramas para tocarte las mejillas, 
para besar tus ojos inteligentes, 
esperando por tu profético silencio (mmmmm) por tu profético silencio…

Tu soledad me abriga la garganta
y tu silencio me anda en los bolsillos.
Tu mirada me espanta.




6 comentarios:

Juan Nadie dijo...

Conocía este poema de Vallejo. Emocionante, como todo lo de Vallejo.

Veo que te sigue inspirando Sergio Rodríguez, que por cierto creo que anda por España estos días.

Estupendo post.

carlos perrotti dijo...

Humano Vallejo. Tan sabio. Ambas altas condiciones (o elementos) de no cualquier poeta.

Como "contrapuntan" y riman Silvio y sus canciones. Tan humanas y también sabias.

Es la poesía la que les da humanidad y sabiduría, elementos que vos también aunás para concebir una entrada como esta, Marian.

marian dijo...

Toca, toca Vallejo, Charlie.
Dije que igual acabaría poniendo toda su discografía:)

marian dijo...

Creo que se encuentran solas, Carlos, en serio, solo hago de médium:)

Juan Nadie dijo...

Será bienvenida.

marian dijo...

Espero que no se enfade si se entera:)