sábado, 23 de noviembre de 2013

Ajedrez




Borges es, sin duda, un poeta intelectual, literario, por momentos culterano. Si remontamos las fuentes que menciona en sus poemas, recogeremos una nutrida nómina que incluye a los antiguos, la Biblia, los árabes, las sagas nórdicas, la Cábala, Ariosto, Dante, Milton, Quevedo, Camoens, Cervantes, Gracián, Verlaine, Withman, Poe, Swedenborg y otros escritores, a los que habría que añadir filósofos como Spinoza,Berkeley, Schopenhauer 

(Saúl Yurkiévich)




    Ajedrez 
José Luis Borges

I

En su grave rincón, los jugadores
rigen las lentas piezas. El tablero
los demora hasta el alba en su severo
ámbito en que se odian dos colores.

Adentro irradian mágicos rigores

las formas: torre homérica, ligero
caballo, armada reina, rey postrero,
oblicuo alfil y peones agresores.

Cuando los jugadores se hayan ido,

cuando el tiempo los haya consumido,
ciertamente no habrá cesado el rito.

En el Oriente se encendió esta guerra

cuyo anfiteatro es hoy toda la tierra.
Como el otro, este juego es infinito.


II

Tenue rey, sesgo alfil, encarnizada
reina, torre directa y peón ladino
sobre lo negro y blanco del camino
buscan y libran su batalla armada.

No saben que la mano señalada

del jugador gobierna su destino,
no saben que un rigor adamantino
sujeta su albedrío y su jornada.

También el jugador es prisionero

(la sentencia es de Omar) de otro tablero
de negras noches y blancos días.

Dios mueve al jugador, y éste, la pieza.

¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza
de polvo y tiempo y sueño y agonías?




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Lectura del poema "Ajedrez" de Jorge Luis Borges
(Camilo Fernández)


Es fascinante cómo la sucesión de argumentos va convenciendo al lector de que en realidad la vida del hombre es un simple juego, controlado por no sé qué dios que mueve las piezas humanas a través de los blancos días y las negras noches del mundo. Luego todo desemboca en una nueva interrogante que se desgaja infinitamente y se pregunta por el motor primigenio del universo, “el Dios detrás de Dios”.

En eso me ocupaba al entrar a la librería y en el momento de acercarme a un estante a curiosear. me topo, justamente, con la sorpresa, grata, de una copia del Rubáiyat. En el poema antes descrito, Borges se apresura a aclarar que cierta sentencia no es propiamente de su invención sino de Omar, se refiere a Omar-al-Khayyam un poeta, astrónomo y matemático persa, nacido en la ciudad de Nishapur y que fue popularizado en occidente gracias al esfuerzo de Edward Fitzgerald por traducir al inglés su obra más conocida, es decir, las Rubáiyat.

En general las Rubáiyat están formadas por sentencias que instan al lector a recordar que la vida es fugaz y los placeres exquisitos, que nada hay en la tierra más que la existencia misma y que es un desperdicio ocuparla en disquisiciones acerca del mundo y sus orígenes u otras contemplaciones filosóficas. Originalmente en verso, la traducción esta hecha por un argentino, Carlos Muzzio Sáenz-Peña. Veamos algunos fragmentos.

"Hoy tú no tienes el poder del mañana, y la ansiedad que ese día pueda causarte es inútil: no pierdas este momento, pues tú no sabes el valor de los días que te quedan."

"La vida pasa cual alegre caravana: no pierdas, entonces, el momento de la felicidad. ¡Coopera!, ¿por qué te entristeces por el mañana de tus compañeros? Danos vino, que la noche se desvanece."

"Una sola copa de vino vale cien corazones y cien religiones; una oferta de vino vale el imperio de China; fuera del vino, ese rubí, no hay nada en la tierra, una sola cosa ácida vale lo que mil almas dulces."

"Te daré un consejo, si escucharlo quieres: por la gracia de Dios, abandona ese ropaje de hipocresía y óyeme: la vida futura no tiene fin, el mundo no es sino un soplo."

Así Omar discurre una serie de admoniciones que impelen al hedonismo como respuesta a la banalidad de la vida. El vino del que habla Omar, creo yo, es todo aquel placer que la vida pueda brindar, y vale más que cualquier imperio del mundo. El vino, la amistad y las mujeres son la vid de donde Omar toma el néctar de su conocimiento.

Intercalado a estas sentencias, otro tema complementa el de la fugacidad, y ese es el del destino.

"Todo lo que existe estaba ya marcado en la tabla de la creación. Infaliblemente y sin cuidado la pluma escribe sobre el bien y el mal; desde el primer día, la pluma escribió lo que sucedería. Ni nuestro dolor ni nuestras angustias podrán aumentar una letra ni borrar una palabra."

"No soy siempre dueño de mi voluntad, pero… ¿Qué puedo hacer? Y sufro por mis acciones, pero… ¿Qué puedo hacer? Pienso con sinceridad que me perdonaréis y me arrepiento que hayáis visto mis pecados, pero… ¿Qué puedo hacer?"

"Porque el mismo día en que fueron enjaezandos lo salvajes corceles del Sol y escritas las leyes que regían a Júpiter y a las Pleyádes, ya el concilio del destino había decretado mis acciones. ¿Cómo puedo pecar? Mis pecados son parte de la herencia que el Destino me legará."

Y en este mismo tono se inscribe la idea que Borges utilizó en su poema, la cual dice:

"Porque si bien se mira, la vida no es más que un inmenso tablero de ajedrez, cuyos cuadros blancos son los días, y los negros las noches, y en el cual el Destino juega con los hombres como con piezas: los mueve de aquí para allá, y uno por uno van a parar al estuche de la nada."

Continúa Omar con más y más frases sabias y contundentes, y termina diciendo algo que cala hondo en la mente de este que escribe ahora mismo.

"Ya que nuestra estadía en este mundo no es permanente, ¿por qué privarnos del vino y de las caricias de la amada’ ¿Hasta cuándo, ¡oh filósofo, discutirás sobre la creación y la eternidad? El día que yo ya no exista… ¿qué me importará que este mundo sea viejo o nuevo?"

Llega a su fin la disquisición del Rubáiyat, y Omar nos lega con esto un poema hermosísimo sobre la naturaleza del mundo y la visión de una vertiente de la tradición del sufismo, Borges lo retomó porque intuyo la belleza extraña de dichos versos, únicamente me queda decir algo, una especie de autojustificación ante la sabiduría de Omar, y es que el ejercicio de la meditación y el pensamiento, eso que se llama filosofía en general, no es menos placentero que cualquier cosa descrita en las Rubáiyat, el éxtasis también llega, y es que quién ha hablado de la banalidad del conocimiento, que no agrega nada al universo y sin embargo hace discurrir las horas de una manera casi infinitamente agradable.

Nota:
Rubái es el nombre de los clásicos cuartetos en la literatura persa, siendo Rubáiyat su forma plural.



20 comentarios:




Juan Nadie dijo...
¡Qué grande, Borges, qué grande! Por sí solo es toda una literatura. Inabarcable, incluso.



Juan Nadie dijo...
Aunque, personalmente, desteste el ajedrez.



Juan Nadie dijo...
Deteste, quise decir, y casi digo destete.



Gatopardo dijo...
Totalmente de acuerdo, tampoco me va el ajedrez. Cuestión de paciencia.


¿Cómo se puede detestar algo que no se conoce?
Vaya par de cabezas cuadradas...cántabros.



Gatopardo dijo...
No lo conoces bien...



marian dijo...
¿A quién?



Juan Nadie dijo...
Al Gato, naturalmente.



Gatopardo dijo...
Bis...



Gatopardo dijo...
Es que me armo uno líos con tanto saber demasiado de lo posible...



marian dijo...
Y yo, a veces no sé dónde estoy. Y lo más gordo: que he sabido después de hacerlo (este lo tenía de pruebas y lo aproveché) que podía haberlo hecho en la misma cuenta del otro. Ahora ya no tiene solución.
Como se sabe demasiado de lo posible hay que buscar la manera de saber de lo imposible.

Al Gato, naturalmente, no. No te hagas el sueco.



marian dijo...
Pero se admiten sugerencias para poner otro nombre, incluso otro diseño. Es que estoy vaga para estas cosas.



Juan Nadie dijo...
¿Sueco? Ni hablar, en todo caso finlandés.



marian dijo...
Con la de pescado que se come por allí las pasarías canutas.



marian dijo...
Lo bueno, que allí también hay tangos.



Juan Nadie dijo...
¿Que hay tangos en Finlandia? Vale, me voy para allá ahora mismo, ya os mandaré una postal. Perdón, un SMS, es que me he quedado un pòco anticuado.



marian dijo...
¿Que te has quedado anticuado? Ya será que te has quedado. Pero adónde vas a ir lejos de la orilluca del Ebro, te iba a entrar una morriña insoportable.



Juan Nadie dijo...
En absoluto. No soy dado yo a ese tipo de achaques.



marian dijo...
Venga, no te vayas, que España no está tan mal como parece.



marian dijo...
(Está peor:) 

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